Sello del Departamento de Justicia

Comentarios preparados del Secretario de Justicia de los Estados Unidos Alberto R. Gonzales en el Programa del Mes Nacional de la Herencia Hispana en la Biblioteca del Congreso

Washington, D.C.
20 de septiembre de 2006

Good morning; ¡buenos días!

Quiero agradecerles al Dr. Billington y al personal de la Biblioteca del Congreso por invitarme a asistir hoy y por realizar esta maravillosa celebración por el Mes de la Herencia Hispana. Como la institución cultural federal más antigua del país y la mayor biblioteca del mundo, no existe un lugar más adecuado que este para exhibir las mayores contribuciones de los hispanoestadounidenses a nuestro país.

El año pasado, durante una celebración del Mes de la Herencia Hispana, participé en un tributo a la gran cantidad de hombres y mujeres hispanos que han servido en las fuerzas armadas de nuestro país.

En el tributo, el Congresista John Salazar habló sobre su padre, quien participó con orgullo en combate y quien le había indicado a su familia que lo enterraran con su uniforme. Lamentablemente, hace poco el Sr. Salazar sufrió un ataque cardíaco y falleció. Antes del fallecimiento de su padre, la madre le pidió al Congresista Salazar que entrara a la casa. Y con su último aliento, el Sr. Salazar le dijo a su hijo "te amo" y "uniforme". En ese puñado de palabras, el Sr. Salazar capturó la esencia de nuestra cultura: deber hacia la familia y deber hacia el país.

Esta historia me hace reflexionar sobre el honor que muchos hispanos le han traído no solo a nuestro gran país, sino también a la gran herencia de líderes hispanos en nuestra nación. Los hispanoestadounidenses poseen una cultura vibrante y un espíritu de comunidad que han contribuido muchísimo a este país... y me parece que una celebración de nuestra herencia es una celebración de los Estados Unidos.

A lo largo de mi carrera, no he olvidado de dónde provengo o de los obstáculos que tuve que superar para estar frente a ustedes hoy. Los valores de mi herencia hispana han tenido un rol preponderante para que yo llegara a este lugar.

Este mes nuestro país reconoce lo que muchos de los que estamos en este salón sabemos de primera mano: Los valores de la comunidad hispana de los Estados Unidos son los mismos valores que sustentan la grandeza de nuestra nación: Sacrificio. Trabajo duro. Confianza. Iniciativa personal. Y perseverancia frente a la adversidad.

Mientras crecía en Texas, veía esos valores día a día en la vida de mis padres.

Mi padre, Pablo, no era un hombre educado. Pero trabajaba con ahínco, todos los días, para que sus ocho hijos tuvieran acceso al sueño estadounidense.

De joven, mi padre recogía la cosecha en los campos del Sur de Texas, donde conoció a una trabajadora inmigrante como él: una joven llamada María, que luego sería mi madre.

Más adelante, mi papá y dos de mis tíos construyeron la casa en la que crecí en Houston. Todavía recuerdo cómo jugaba en el campo de pequeño mientras ellos colocaban los bloques de hormigón de los cimientos de la casa. Luego unieron las planchas de 2x4, colocaron las placas de yeso que formarían las paredes y clavaron hábilmente las tejas al techo. De ese sudor, trabajo y visión surgió la pequeña casa de dos dormitorios que pasó a ser nuestro hogar... y mi madre sigue viviendo allí hoy en día con el mayor de los orgullos.

Esa casa es mi pasado, pero también representa nuestra herencia como estadounidenses que siempre soñamos y trabajamos para un futuro mejor. Los orígenes humildes no son algo que te vaya a frenar en este país, ya que todos construimos desde los cimientos de la libertad.

Observar a mis padres construir a partir de estos cimientos siempre me ha inspirado. Cuando era un niño, siempre le pedía a mi madre que me despertara antes del amanecer para poder comer huevos revueltos y tortillas con mi padre antes de que se fuera a trabajar. Mientras mi padre y yo tomábamos juntos el desayuno, mi madre preparaba diligentemente un almuerzo modesto de frijoles y tortillas. Luego lo colocaba en una bolsa de almuerzo marrón. Después del desayuno, mi madre y yo saludábamos a mi padre mientras salía para irse a trabajar. Los recuerdos de este ritual diario están grabados en mi pecho al recordar esta época sencilla, esa comida simple y esos valores estadounidenses profundos y duraderos de familia, trabajo duro y sacrificio.

Esa es la herencia de nuestra comunidad. Esos son los valores que nuestro país reafirma durante el Mes de la Herencia Hispana.

Hace apenas unos años, mi madre se quedó con mi familia cuando vino a visitar Washington por primera vez. Caminamos por los monumentos y museos como cualquier otro turista curioso, pero también la llevé a la Oficina Ovalada, a esa mujer menudita que solía recoger algodón, para conocer al Presidente de los Estados Unidos.

Fue importante para mí brindarle esa satisfacción. Le quería agradecer su orientación y mostrarle lo que había logrado gracias a sus sacrificios y los de mi padre.

Al alba del último día de su visita, estaba levantada para despedirse de mí cuando me fuera a trabajar... igual que estuvo allí en innumerables mañanas cuando mi padre se iba a trabajar. La diferencia es que yo no iba a trabajar en una construcción, sino que iba a la Casa Blanca para asesorar a la persona más poderosa del mundo.

No creo que haya soñado – mientras trabajaba en los campos de algodón – que un día su hijo la llevaría del brazo a la Oficina Ovalada.

Pero ella y mi padre sí sabían que la gran herencia que les transmitieron a sus hijos—y que yo les transmito a los míos—, una herencia de trabajo duro y sacrificio, fe y familia, esperanza y perseverancia, podía abrir puertas desconocidas en esta tierra de oportunidades.

La historia de los Estados Unidos es una historia de renovación y reafirmación constantes de nuestras ideas fundacionales y nuestros valores duraderos de fe, familia y libertad.

Estos son valores que requieren lo mejor de cada estadounidense: ya sea que tú seas un nuevo ciudadano que acaba de prestar el juramento de proteger y defender la Constitución o seas un ciudadano cuyas raíces se remontan a la primera ola de refugiados que llegaron a este Nuevo Mundo, todos debemos valorar las numerosas oportunidades que ofrece esta tierra prometida.

Hoy hay muchos hispanoestadounidenses en todo el país que luchan para alcanzar el sueño estadounidense. Muchos de estos hombres y mujeres tienen orígenes similares a los míos.

El Mes Nacional de la Herencia Hispana le brinda al pueblo estadounidense, y en especial a los niños hispanos, la oportunidad de ver y oír que las posibilidades para el futuro son ilimitadas, sin importar sus orígenes o su herencia. Algún día ellos también pueden ser Miembros del Congreso, Secretario de Justicia de los Estados Unidos o líderes empresariales. Algún día habrá un hispanoestadounidense a cargo de las decisiones en la Corte Suprema de los Estados Unidos. Y algún día, un hombre o una mujer de origen hispano dirigirá nuestro país como Presidente.

El futuro de la cultura hispanoestadounidense es tan emocionante como nuestro pasado. Eso es lo que nos reúne hoy aquí, para honrar y recordar esta herencia que les da a todos los estadounidenses – a hispanos y a nuestros vecinos no hispanos de todo el país – tanto para aprender y tantos motivos de orgullo.

Si bien el Mes Nacional de la Herencia Hispana es septiembre, nuestra herencia, historia y el impacto que tenemos sobre este país son ilimitados. Como estadounidenses, somos un pueblo dedicado a la justicia, las oportunidades y la igualdad. Como hispanos, apreciamos nuestra herencia de trabajo duro, perseverancia, fe y familia.

Con nuestra herencia muy arraigada en estos valores y nuestra esperanza en el futuro de los Estados Unidos, seguiremos luchando para alcanzar la excelencia en todo lo que hacemos, dejándoles un gran legado a nuestros hijos y a las generaciones futuras.

Muchas gracias y que Dios los bendiga. y que Dios siga bendiciendo a este gran país.

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