Sello del Departamento de Justicia

Comentarios preparados para el discurso del Secretario de Justicia de los Estados Unidos Michael B. Mukasey en la vigilia a luz de velas del Fondo Conmemorativo de Agentes de las Fuerzas del Orden Público Nacionales

Washington, D.C.
13 de mayo de 2008

Gracias, Craig, y gracias también al Fondo Conmemorativo de Agentes de las Fuerzas del Orden Público Nacionales por hacer este evento y monumento conmemorativo posibles.

Es un honor solemne estar aquí, tanto para recordar como para celebrar las vidas y contribuciones de estos servidores públicos caídos. Las paredes de este monumento conmemorativo llevan los nombres de más de 18,000 hombres y mujeres que usaron las placas y uniformes de las fuerzas del orden público, y dieron sus vidas para que nosotros pudiéramos seguir adelante con las nuestras.

La misión de las fuerzas del orden público es proteger y servir; para todos los participantes en dicha misión, siempre existe la posibilidad de que el acto de proteger y servir lleve al sacrificio. Esa posibilidad es parte del código respetado no solo por cada oficial y agente, sino por cada cónyuge, hijo y miembro de la familia. Es una carga especial que llevan para que el resto de nosotros pueda disfrutar de la seguridad y la paz que solemos tomar por entendida.

Como Secretario de Justicia de los Estados Unidos, una de mis tareas es trabajar con los distinguidos hombres y mujeres de nuestras agencias y departamentos de las fuerzas del orden público. Fui inducido a dicha hermandad por designación, y no por algún mérito especial que poseyera. Sin embargo, donde sea que he viajado, me he reunido con la policía local y agentes y alguaciles federales, y he sido recibido por ellos como un compañero perteneciente al cuerpo. Es un gran honor en mi cargo poder llamar a estos hombres y mujeres mis colegas.

Hemos agregado los nombres de 358 agentes a estas paredes este año. Permítanme compartir algunas de sus historias.

El Agente Especial Barry Bush, del Buró Federal de Investigaciones, murió el 5 de abril último en un accidente terrible de fuego amistoso, al buscar a tres sospechosos de robo. Agentes federales perseguían a tres sospechosos en una serie de robos a bancos en Nueva Jersey. Detuvieron al vehículo sospechoso, intercambiaron tiros, y el Agente Bush recibió un tiro debajo de su brazo, en un lugar no protegido por su chaleco antibalas.

El Alguacil Adjunto Bucky Burke del Servicio de Alguaciles Federales murió el 18 de septiembre, durante un entrenamiento en Glynco, Georgia. Él y sus compañeros en el curso acaban de concluir un ejercicio de técnicas de arresto y comenzaron una carrera de cinco millas, cuando sufrió un ataque cardiaco fatal.

La Agente Especial Kimberly Place del Buró de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, murió el 1° de agosto en un accidente automovilístico. Regresaba de un operativo de coacción en Springfield, Massachusetts, cuando otro conductor perdió el control de su vehículo que circulaba a alta velocidad y colisionó de frente con el automóvil de la Agente Place. Ambos conductores murieron instantáneamente.

Estoy contando las historias de estos tres, en parte porque quienes murieron sirvieron como miembros dedicados del Departamento de Justicia y sus componentes de las fuerzas del orden público. Pero también cuento estas historias porque son trágicamente típicas.

Una bala perdida que logró perforar un blindaje corporal que, 99 veces en 100, hubiera protegido a quien lo llevaba; un incidente raro ocurrido no durante la acción, sino durante entrenamiento para la acción; un accidente fortuito cuando el operativo ya había terminado y el peligro había pasado. Son ejemplos dignos de destacar, no porque sean inusuales, sino porque son tan dolorosamente familiares.

Nos encontramos aquí esta noche con un propósito solemne. Estas paredes están asociadas al sacrificio, el coraje, la congoja. Pero también están asociadas a la esperanza y el amor. Están aquí como prueba en piedra de que nunca olvidaremos a estos hombres y mujeres. Como la bandera doblada en tres y la banda negra de luto llevada el brazo, son símbolos del compromiso entregado por estos hombres y mujeres a sus misiones.

Las fuerzas del orden público no se tratan de chapas y uniformes. Se tratan de tomar la decisión de preservar los derechos de nuestros vecinos y protegerlos contra el peligro. Los agentes cuyos nombres figuran en estas paredes se mantuvieron firmes, hicieron su trabajo, y junto con sus familiares y amigos, pagaron el precio más alto. Ese es el legado de estos hombres y mujeres valientes, y es un legado que el tiempo no puede apagar.

Cada nombre sobre estas paredes pertenece a una persona dedicada a servir al público y proteger a esta nación, y homenajeamos su memoria. Que sus almas descansen al lado de Dios. Y que cada uno de ustedes que homenajea hoy a un ser querido que ya no se encuentra entre nosotros encuentre fuerza en quienes se han reunido aquí esta noche, y en quiénes no están aquí, pero que siguen adelante con la misión.

Muchísimas gracias.

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