Sello del Departamento de Justicia
COMENTARIOS PREPARADOS PARA EL SECRETARIO DE JUSTICIA DE LOS ESTADOS UNIDOS
ALBERTO R. GONZALES EN LA CONFERENCIA PARA LOS JUECES PRINCIPALES
FEDERALES DE TRIBUNAL DE DISTRITO

JUEVES, 14 DE ABRIL DE 2005

EDIFICIO THURGOOD MARSHALL DEL PODER JUDICIAL FEDERAL
WASHINGTON, D.C.

Muchas gracias, damas y caballeros, y buenos días. La primera y, a menudo, única experiencia con el poder judicial para la mayoría de los estadounidenses es en el nivel de los tribunales de primera instancia. Así que, como ustedes saben, cómo hagan su trabajo en calidad de jueces de tribunal de distrito creará una impresión en los miembros de sus comunidades que puede durar toda la vida. En un sentido real, los jueces de tribunal de distrito son los embajadores del poder judicial, y es un honor para mí estar con ustedes hoy. Como todos ustedes sabrán algún día, "Juez" puede ser un título al que es difícil renunciar. Si estoy en un lugar y escucho a alguien decir "Juez", todavía me doy vuelta. Si dicen "General", busco detrás mío a alguien con estrellas sobre sus hombros.

Por supuesto, no es el título, sino el trabajo de un juez lo que me hace recordar con cariño mis días como magistrado en Texas. Cuando el entonces Gobernador Bush me nombró para servir en la Corte Suprema de Texas, sentí mucho orgullo y gratitud porque me confiaba el hacer valer las leyes de nuestro estado. Me dio una lección de humildad ser responsable, no sólo ante cada uno de los ciudadanos de Texas, sino también como administrador del sistema para las generaciones futuras.

Cuando el Presidente me pidió que sirviera como Secretario de Justicia de los Estados Unidos, fue una oportunidad para hacer lo mismo por todos los estadounidenses. Sin embargo, por primera vez, no estoy representando a un cliente, o siquiera a un estado. Se me ha encargado la protección de la justicia para todo un país con sueños compartidos.

E, incluso, aunque todavía respondo cuando alguien me llama Juez, es un honor para mí continuar sirviendo a un gran Presidente, y a una gran nación, como Secretario de Justicia de los Estados Unidos.

En cada trabajo que he tenido, rápidamente me he dado cuenta de que la confianza que el Presidente Bush depositaba en mí era sólo el principio. Es la confianza del pueblo lo que más importa. Y ganarla es una de las grandes recompensas en la vida.

El Alguacil Thurgood entendió eso. En este edificio, estamos a la sombra tanto de su nombre como de su legado de ganar la confianza del pueblo. Y sus palabras pueden dar forma a nuestros esfuerzos para lograr lo mismo. El dijo: "Al reconocer la humanidad de nuestros semejantes, nos rendimos el mayor homenaje a nosotros mismos".

Nuestro sistema de justicia, el mejor en el mundo, reconoce nuestra humanidad colectiva con justicia ciega e igualitaria bajo la ley. Como protectores de ese sistema, ustedes realmente tienen derecho a reclamar un tributo acorde a la confianza especial que les ha sido depositada.

Les damos en custodia no sólo nuestra propia igualdad bajo la ley, sino también aquella de nuestros hijos y nietos. Es por eso que la sabiduría y el juicio que ustedes proporcionan hoy continuará dando forma a nuestro país en un futuro lejano.

Por lo que está en juego, el poder judicial es confiado a hombres y mujeres que colocarán de lado sus opiniones personales e interpretarán fielmente la ley. Con base en esa confianza especial, ustedes disfrutan de un reconocimiento especial en las mentes del público estadounidense.

Pero con la buena voluntad y confianza de los estadounidenses vienen grandes expectativas, y por una buena razón. Nuestros tribunales se yerguen como salvaguarda de nuestros derechos y libertades más preciados bajo la Constitución. Es en las salas de sus tribunales que se mantiene la regla de la ley como la robusta columna vertebral de nuestra sociedad.

Más aún en éstos pocos últimos años, en una nueva era de terrorismo después del 11 de septiembre y durante la batalla continua para proteger a los Estados Unidos contra quienes no comparten nuestros valores, constantemente se nos recuerda la importancia de nuestro trabajo.

Conozco las expectativas colocadas sobre sus hombros, y los esfuerzos necesarios para cumplir con ellas. Mi tiempo como magistrado fue relativamente corto, pero aprendí algunas lecciones perdurables. En primer lugar, el carácter de los magistrados es crítico. En segundo lugar, los principios que forman el proceso mediante el cual un juez toma una decisión son de vital importancia. Y tercero, es absolutamente necesario que los jueces cuenten con la disciplina y valentía necesarios para tomar las decisiones correctas según la ley.

Quiero que sepan que agradezco las muestras de coraje diarias, y singulares, que ustedes exhiben en las centenas de decisiones judiciales que toman colectivamente cada día. Como ciudadano estadounidense, reconozco y respeto este servicio a nuestra nación. Como Secretario de Justicia de los Estados Unidos, siempre los apoyaré, así como a la integridad del proceso que permite ese coraje, en toda forma que me sea posible.

La base de ese proceso se llama independencia judicial: su habilidad para tomar decisiones libres de toda influencia indebida. Creo firmemente, al igual que el Presidente, en un poder judicial independiente. El Presidente seguirá nombrando jueces que interpreten fielmente la Constitución, y yo continuaré apoyando cada esfuerzo para asegurar que los jueces ya nombrados puedan tomar decisiones con base única en la ley.

Los principios de un poder judicial independiente están fuertemente entretejidos en la estructura de nuestro gobierno. Alexander Hamilton defendió el concepto de cargos de por vida para los jueces en el Documento Federalista Número 78 porque es el "mejor recurso que pueda crearse en cualquier gobierno, para garantizar una administración firme, recta e imparcial de las leyes". Una designación de por vida les proporciona a ustedes la oportunidad, y la obligación, de seguir tomando las difíciles y valientes decisiones que esperamos del poder judicial.

Hamilton y otros sabían que la de ustedes sería una tarea ardua. Sin embargo, construyeron protecciones que son hoy tan necesarias, y útiles, como lo fueron en el siglo dieciocho. Como ellos la concibieron, la independencia judicial, incluyendo la designación de por vida, continúa siendo la "ciudadela de la justicia pública y de la seguridad pública".

Pero el concepto de independencia judicial nunca ha significado, y nunca debe significar, que sus decisiones deban ser inmunes al escrutinio y la crítica. Todo lo contrario, como el Juez Thomas testificó anteriormente esta semana frente a un comité de la Cámara de Diputados, los jueces federales "tienen designaciones de por vida porque se supone que serán criticados".

A nadie le gusta que lo critiquen. Entiendo eso. Pero soportar la crítica es parte natural de un trabajo que declara a ganadores y perdedores - la mitad de la gente está casi siempre desilusionada. Ya sea que el menosprecio que soporten provenga del público, del periódico local, de líderes elegidos en las salas del Congreso, de sus colegas en un desacuerdo, o de los tribunales de apelaciones, la crítica puede ser incómoda. Duele especialmente cuando se ha trabajado arduamente para incorporar el pensamiento cuidadoso y la consideración en los fallos. Sin embargo, esa crítica ha sido, desde hace mucho, un elemento de la historia judicial. De hecho, el mismo proceso de apelaciones es una forma de crítica que reconoce explícitamente que los jueces a veces cometen errores. Y la nación ha, ciertas veces, intentado limitar o alterar las jurisdicciones de nuestros tribunales como forma de protesta. Como notó el Juez Kennedy en el mismo comité de la Cámara de Diputados anteriormente esta semana, un diálogo sobre la función de los tribunales es parte de lo que hace que "la democracia funcione". Y es parte del sistema que hace de nuestra forma de gobierno, y específicamente de la independencia de nuestro poder judicial, la envidia del mundo.

Los Padres Fundadores entendieron que el poder judicial debe ser aislado de los "malos humores de la sociedad", como educadamente citó el Documento Federalista Número 78. Sin embargo, me doy cuenta de que ocasionalmente esos malos humores van más allá de la crítica, más allá de lo que impacta apenas su orgullo profesional. Y, si bien la independencia puede significar la garantía del clamor público, es imperativo que les proporcionemos a ustedes la seguridad física que necesitan para mantener esa independencia y ejecutar este importante trabajo sin elementos disuasorios.

El Departamento de Justicia y el Servicio de Alguaciles continuarán trabajando para asegurar que las amenazas a jueces federales sean rápidamente evaluadas y que se tomen las medidas adecuadas. No aceptaremos que un juez sea intimidado o amenazado en forma alguna al realizar su tarea de interpretar fielmente la ley. Con ese fin, he ordenado que se realice una revisión de las medidas de seguridad judicial para que el Departamento, así como las fuerzas del orden público locales y estatales, puedan beneficiarse de una compilación de las mejores prácticas en todo el país.

Sé que no apenas las influencias externas pueden afectar su habilidad de realizar eficazmente su trabajo. Internamente, están al tope de la carga de trabajo, a menudo sin un tribunal completo. He hablado muchas veces sobre la necesidad de resolver las vacantes judiciales.

He tenido el privilegio de aconsejar al Presidente en la selección de candidatos judiciales. La selección y nombramiento de jueces es extremadamente importante para el Presidente, y por las razones que mencioné, creo que es el legado más duradero de un Presidente. Y les aseguro que el Presidente toma la responsabilidad muy en serio. La Administración sigue trabajando en forma expeditiva para identificar candidatos calificados y enviar las nominaciones al Senado.

Sin embargo, aunque se ocupasen todas las vacantes judiciales, los tribunales estadounidenses estarían en extrema necesidad de asistencia. Nadie entiende esto mejor que ustedes. Sus cargas de trabajo son pesadas y una agradecida nación reconoce el trabajo arduo que ustedes y sus colegas llevan a cabo. Todos merecemos un sistema judicial que pueda manejar la pesada demanda, sin sobrecargar sus listas de casos.

En el pasado, la Administración ha apoyado la creación de cargos adicionales de juez, cosa que el Congreso ha realizado mediante leyes de apropiaciones y legislación que lo autorizaba. Sin embargo, no ha existido un proyecto de ley verdaderamente exhaustivo para los cargos de juez, uno que incluya tanto a los tribunales de distrito como a los de primera instancia, hace más de una década.

Estoy convencido de que podemos, y debemos, tomar medidas para facilitar aún más la administración de la justicia en nuestros tribunales. Existen varias propuestas que han sido presentadas a lo largo de los últimos años, incluyendo una sancionada por la Cámara de Representantes el año pasado sobre los nuevos cargos de juez. Espero trabajar con el Congreso y el Poder Judicial para sancionar legislación que ayude a disminuir la carga en nuestras salas de tribunales.

Otra área muy importante que genera obvia preocupación, tanto para ustedes como para mí, es el impacto de la decisión de la Corte Suprema en Estados Unidos contra Booker, que sostiene que las pautas para sentencias federales son apenas una recomendación.

Luego de esa decisión, el Departamento de Justicia está actualmente en el proceso de estudiar alternativas legislativas propuestas. Los abogados, jueces y académicos han delineado varias alternativas en testimonios al Congreso y ante la Comisión de Sentencias. El Departamento se compromete a trabajar con todas las partes interesadas para asegurar que el régimen de sentencias resultante encarne los principios de la Ley de Reforma de Sentencias, es decir sentencias justas, duras, uniformes, transparentes y predecibles.

Me doy cuenta de que en muchas formas, la decisión de política del Congreso presente en las pautas para sentencias refleja la intención de mantenimiento de un poder judicial independiente. Algunos jueces pueden todavía molestarse porque el Congreso no está dispuesto a dejar completamente al criterio y juicio de un juez los asuntos asociados a la emisión de sentencias.

Las pautas para sentencias, sin embargo, no son a mi juicio una infracción arbitraria de dicha independencia, ni deberían ser vistas bajo esa luz. Son un intento por asegurar la justicia para todos los demandados, y no tienen la intención de sugerir una falta de confianza en el criterio de los tribunales. Las pautas para sentencias ayudan a mantener fallos homogéneos y predecibles, a evitar grandes disparidades, a asegurar la imparcialidad, y a fortalecer el poder del Departamento de negociar acuerdos tempranos para declaraciones de culpabilidad, para una cooperación completa y verdadera. Estoy seguro de que todos ustedes coincidirán en que no debemos tomar medidas que limiten nuestra capacidad de obtener declaraciones tempranas que puedan reducir la carga en sus tribunales.

La política de pautas para sentencias es consecuente con los esfuerzos históricos para continuar refinando la jurisdicción de los tribunales federales, una función otorgada al Congreso en la Constitución. Estamos asistiendo hoy a un debate que continúa sobre cuestiones tales como la incumbencia de los tribunales para decidir sobre casamientos entre homosexuales o sobre el arresto de combatientes enemigos. Nadie está poniendo en tela de juicio la independencia del poder judicial para resolver estas cuestiones. Mas bien, la pregunta es si los tribunales son el foro apropiado, o si deberían ser el único foro que se encargara de estas cuestiones difíciles y de gran carga emocional. Tal vez sea mejor que el Congreso y el Presidente las resuelvan: aquellos poderes del gobierno responsables ante el pueblo estadounidense.

De cualquier forma, como otros desafíos, las sentencias sólo pueden ser exitosamente abordadas con la cooperación del poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Agradezco su disposición para trabajar juntos en este importante tema. Es una de las muchas cosas que, tomadas conjuntamente, hacen que el sistema judicial al que servimos, y la nación que todos amamos, sean tan especiales. Pocos tienen una responsabilidad tan grande, o una oportunidad tan grande, de lograr un impacto duradero sobre ambos como la que tiene cada uno de ustedes.

El Alguacil Thurgood dijo: "Un hombre puede lograr lo que desee de sí mismo, si realmente cree que debe estar listo para trabajar arduamente y para muchas angustias". Creo que, en realidad, minimizó el tema. Si bien habrá angustias, aunque espero que muy pocas, con trabajo arduo podemos hacer más que lo esperado.

Podemos hacer lo que queramos de la justicia y de la libertad en los Estados Unidos. Podemos hacer un sistema de leyes que se ocupe de cada ciudadano como si fuera el único. Y podemos construir un país que cuide a todos, sea negligente con ninguno, y que sea justo, hoy y en el futuro.

Lo haremos juntos.

Nuevamente, gracias por su servicio a esta gran nación. Y, nuevamente, gracias por brindarme la oportunidad de mantener este diálogo con ustedes.