Sello del Departamento de Justicia

Comentarios preparados para discurso del Secretario de Justicia de los Estados Unidos Michael B. Mukasey en el Museo Estadounidense en Conmemoración del Holocausto

Washington, D.C.
Martes, 16 de diciembre de 2008 - 10:00 A.M. EST

Buenos días.  Gracias, Fred, por la presentación.  Me siento honrado de estar entre personas tan distinguidas en este museo de extraordinaria importancia. 

También me siento gratificado por la razón que nos reúne hoy aquí: conmemorar la donación de 50,000 páginas de registros del Departamento de Justicia de casos de desnaturalización, extradición y expulsión relacionados con la Segunda Guerra Mundial.  

A excepción de registros de los enjuiciamientos de los Aliados en el período inmediatamente posterior a la guerra en Europa, esta colección es el mayor cuerpo de materiales de fuente primaria en inglés relacionado con el enjuiciamiento de criminales nazi disponible al público en todo el mundo.  Incluye transcripciones de más de 40 juicios y audiencias, y las resoluciones emitidas en todos los casos entablados por la Oficina de Investigaciones Especiales del Departamento de Justicia, entre ellas muchas que nunca habían sido publicadas.  Un segundo grupo de estas resoluciones será donado a Yad Vashem, en Jerusalén.

Esta donación es el resultado de un gran trabajo de muchas personas – no solo las personas cuyo trabajo fue registrado en estos documentos, sino también quienes trabajaron para lograr la donación.  Es imposible nombrarlas a todas, pero quiero destacar a algunas de ellas: Eli Rosenbaum, Director de la Oficina de Investigaciones Especiales del Departamento de Justicia; Fred Zeidman, Presidente del Consejo Estadounidense en Conmemoración del Holocausto; el Dr. Joel Geiderman, Vicepresidente del Consejo; y Sara Bloomfield, Directora del Museo del Holocausto.    

Esperamos que esta donación ayude tanto a mejorar nuestra comprensión de quienes fueron responsables del horror del Holocausto, lo que fortalecerá nuestra capacidad de resistir a personas de este tipo, como a profundizar nuestro conocimiento de las víctimas del Holocausto, lo que ayudará a preservar su memoria.  Dado que es una institución fundada para estudiar y conmemorar el Holocausto y sus víctimas, este Museo es un destino apropiado para estos registros. 

Este es un Museo Conmemorativo — un monumento físico y educativo que mantiene viva la memoria de las seis millones de personas que murieron, asegurándose de que persista la verdad de su destino.  La verdad sobre la maldad — no existe otra palabra para describirlos — de los nazis y sus colaboradores.  La verdad sobre las personas que fueron testigo y se quedaron de brazos cruzados mientras sus vecinos eran llevados a los campos de concentración.  Y la verdad sobre países, entre ellos el nuestro, que podrían haber hecho más cosas, y más rápido, para detener las atrocidades.

Es un recordatorio diario para los líderes del mundo libre, y los numerosos visitantes de la capital de nuestro país, de que la ley sin conciencia no garantiza la libertad; de que hasta los países aparentemente más avanzados pueden tomar el camino de la maldad; y de que debemos enfrentar el horror con acciones y vigilancia, no con letargo y cobardía.  Nos recuerda que, como dijo aquí el Presidente Bush hace unos años, “las palabras ‘nunca más’ no se refieren al pasado — sino al futuro.”

Es por eso que los documentos que donamos hoy mantienen viva la memoria de los hombres, mujeres y niños que murieron, asegurándose de que la verdad de su destino – sus historias – sobrevivan por escrito para generaciones futuras.  Los documentos son un registro permanente de lo que sucedió y una garantía contra quienes pueden olvidar o, aún peor, negar.

Así es como estos documentos satisfacen la doble necesidad de este Museo: asegurarse de que el mundo no se olvide de la particularidad del Holocausto – el intento de erradicar a los judíos por ser judíos – y al mismo tiempo permitir que el mundo aprenda lecciones generales a partir de lo que se exhibe y documenta aquí.

A nivel superficial, estos documentos se parecen a los que los abogados usan todos los días.  Son transcripciones, resoluciones judiciales; cuentan historias detalladas de disputas legales.  Pero, en un nivel más profundo, estos documentos son mucho más que eso: al igual que este Museo, cuentan las historias de comunidades enteras y le dan una voz a personas que ya no pueden hablar por sí mismas. 

Analicemos el caso de Fruma Kaplan, una de las casi 50,000 víctimas judías de Aleksandras Lileikis, el jefe durante la guerra de la Policía Lituana de Seguridad patrocinada por los nazis en Vilnius, un famoso centro de vida religiosa, cultural y política judía antes de la Guerra. A principios de la década de 1980, Lileikis vivía en Massachusetts, pero negaba haber tenido algo que ver en el destino de los judíos.  Recién cuando cayó el comunismo en la Unión Soviética un investigador de la Oficina de Investigaciones Especiales pudo acceder a documentos firmados por Lileikis en que despachaba a judíos nombrados a las fosas de asesinato en el bosque cerca del poblado de Paneriai, en yídish “Ponar”.

Entre esos registros había algunos que narraban la suerte de una mujer llamada Gitta Kaplan y su hija Fruma, que tenía solo seis años.  Nunca se han encontrado fotos anteriores a la guerra u otros documentos sobre esta madre e hija; ni tampoco se ha podido identificar a parientes.  Todo lo que sabemos de ellas está en los documentos legales – cómo habían escapado del geto en Vilnius, cómo fueron escondidas en el campo por dos valientes lituanos, cómo fueron descubiertas y condenadas a morir por Lileikis.  Hallamos la documentación burocrática que informaba que habían sido, cito, “tratadas siguiendo las órdenes,” cierro cita– un eufemismo nazi para referirse al asesinato – el 22 de diciembre de 1941. 

Basándonos en estos documentos, iniciamos un juicio para quitarle a Lileikis su ciudadanía estadounidense obtenida falsamente.  Medio siglo después de la muerte de Gitta y Fruma Kaplan, un juez federal le quitó la ciudadanía, al fallar que Lileikis era responsable de asesinato.  Esa resolución, que está entre las que donamos hoy, es un acto en memoria de Fruma Kaplan.  Y aunque ella ya no vive, su historia sí se mantiene con vida – en estos documentos y a través de ellos en este Museo. 

La historia de Fruma Kaplan es una de las muchas que se narran en estos documentos.  Desde que fue creada en 1979, la Oficina de Investigaciones Especiales del Departamento ha ganado más de 100 casos como el entablado contra Aleksandras Lileikis.’ Las personas enjuiciadas han sido desde delincuentes de alto rango, como el ex Ministro del Interior y de Justicia de Croacia cuando pertenecía a las Fuerzas del Eje, hasta guardias de campos de concentración y otros tiradores que cometieron estos delitos atroces. 

Grandes y pequeños, estos casos forman parte de una labor general para confrontar los horrores nazis con la retribución de la justicia.  Se remontan a la declaración de 1942 del Presidente Roosevelt de que ’llegaría el momento en que’ los responsables de los delitos nazis“ tendrán que presentarse en tribunales de los mismos países que están oprimiendo ahora, y responder por esos hechos.” Y continuaron la labor comenzada en Nuremberg, donde uno de mis predecesores como Secretario de Justicia de los Estados Unidos, Robert Jackson, declaró: “Que cuatro grandes naciones, iluminadas por la victoria y heridas profundamente, no cedan a la venganza y entreguen voluntariamente a sus enemigos cautivos para que sean juzgados por la ley es uno de los tributos más significativos que el Poder le ha hecho a la Razón.”

Con el paso del tiempo, existen cada vez menos culpables del Holocausto aún con vida.  Pero las misiones de este Museo y el Departamento de Justicia no dependen de su existencia.  Como mencioné hace unos minutos, este Museo enseña y permite a las personas aprender lecciones más generales que van más allá de lo que se documenta aquí.  El Departamento de Justicia también ha aprendido – y enseñado – esas lecciones.

Del mismo modo en que el Museo se ha enfocado en asesinatos masivos de la actualidad como Ruanda o Darfur, quienes trabajamos en el Departamento estamos haciendo todo lo posible para asegurarnos de que los responsables de esas atrocidades sean llevados a la justicia.  Hemos brindado apoyo a los Tribunales Penales Internacionales para Ruanda y la ex Yugoslavia; al Tribunal Especial para Sierra Leona, y al Alto Tribunal Iraquí.  Y, siempre que podemos, estamos entablando nuestros propios casos.  Tanto la Oficina de Investigaciones Especiales como la Sección de Seguridad Doméstica de la División de lo Penal del Departamento están llevando casos contra los culpables de esas atrocidades internacionales que logran ingresar a nuestro país.

El ejemplo más destacado de esa labor es la reciente condena de Chuckie Taylor Jr., el hijo del ex Presidente de Liberia, que fue condenado por torturar a sus compatriotas.  Su condena – la primera de la historia bajo nuestro estatuto penal anti tortura – brinda algo de justicia a quienes fueron victimizados por sus censurables actos, y envía un fuerte mensaje a los violadores de derechos humanos en todo el mundo de que, siempre que podamos, haremos que se responsabilicen por sus delitos.

En esta y otras tareas, esperamos mantener nuestra excelente asociación con este Museo.  Ha habido muchos ejemplos de esa asociación a lo largo de los años.  El Museo ha ayudado al Departamento al darnos acceso a documentación clave de Alemania, Europa Oriental y la ex Unión Soviética; al brindar testimonios de historiadores especializados en nuestros casos; y de muchas otras maneras.  Y, siempre que pudimos, hemos ayudado al Museo – por ejemplo, a través de la financiación de un programa de capacitación brindado por el Museo y la Liga contra la Difamación para instruir a agentes de las fuerzas del orden público sobre el uso responsable y ético de su autoridad.  La donación de hoy solo es el último ejemplo de esa valiosa asociación. 

El objetivo final de todas estas iniciativas es garantizar que los horrores perpetrados hace poco más de medio siglo nunca vuelvan a ocurrir.  Los documentos que presentamos hoy dan testimonio del arduo trabajo de fiscales e investigadores que entregaron años de su vida a esa causa.  Y predicen la labor que aún queda por hacer aquí en el Museo de parte de académicos e investigadores, quienes usarán estos informes durante muchísimos años para mejorar nuestra comprensión de los hechos.  Esas personas se sumergen de buen grado en el estudio de estos actos espantosos a modo de servicio público, por lo que también debemos estar agradecidos con ellos.

Pero esperamos que el objetivo final sea la búsqueda de justicia, aun cuando reconocemos que nunca podremos lograrla plenamente – el trabajo y el dolor que debe acompañar esa búsqueda, y las bendiciones que surgen de ese trabajo.  

Les agradezco a todos por su participación en esta labor, por el arduo trabajo que representan estos documentos, y por el buen uso que se les dará en el futuro.

Muchísimas gracias.

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